sábado, 17 de septiembre de 2016

Nave

Todos los días era lo mismo: cada mañana se levantaba y miraba aquella fotografía que le cambió la vida. Después, sin esperanza alguna, encendía la cafetera, aquel olor amargo le recordaba a su abuela y su manía de no poder tomar el desayuno en la cama. Cuando el café estaba hecho, se sentaba en la mesa y, mientras calentaba sus frías manos apoyándolas en la taza, leía el periódico con la esperanza de toparse con alguna señal. Sin embargo, ese día no era diferente. Miró a su alrededor, vio a Esquizo, que como siempre estaba dormido, movió su terrario agresivamente y de nuevo la fotografía volvió a su cabeza; -«oh, Esquizo, ojalá algún día podamos pisar esa nave»- dijo a su pobre iguana que la miraba con ojos de indiferencia.


Salió de casa y se dirigió al trabajo. El capitán estaba con aquella petaca que robó cuando tenía cinco años. Siempre llena de vodka, porque decía que los verdaderos piratas usaban el ron como combustible para su barco. La nave era vieja, estaba destrozada y, a los ojos de Anabel, no iba a aguantar más ningún mar por surcar. Se dirigió a proa, donde se encontraba el mirlo del capitán (según este, los verdaderos piratas utilizan loros como combustible para su tripulación). No había mucho que hacer en el barco, por lo que Anabel se pasaba los días mirando, desde lo más alto, el puerto y al final, al atardecer, vuelta a terminar, vuelta a casa.


Esquizo se había vuelto a dormir, el café seguía en la taza y, como el resto del año, lo tiró por la ventana.


La fotografía continuaba ahí.


Se topó por primera vez con esa imagen cuando cumplía veinticinco años, era un día de primavera y había decidido ir a visitar a su madre, que le dijo que le tenía preparada una sorpresa muy especial. Anabel fue verla con la esperanza de que dicha sorpresa fuese una rica tarta de manzana. No obstante, cuando llegó a la casa, su desilusión fue enorme: no había tarta alguna, sino una iguana que la recibió como la recibiría el resto de su vida juntas: durmiendo. Volvió en tren a casa, con Esquizo en brazos, y en el asiento de al lado la descubrió: esa fotografía en blanco y negro en la que se ilustraba una nave espacial. La escondió en su abrigo, volvió a casa y decidió comenzar a trabajar en aquel barco que había visto el día anterior; al fin y al cabo, también era una nave.


Anabel se durmió. Al día siguiente, miró como siempre la fotografía, encendió la cafetera y, mientras calentaba sus manos frías, leyó el periódico del día buscando alguna señal. Pero ese día tampoco era diferente. Movió el terrario de Esquizo, recordó la fotografía, salió de casa y fue al trabajo. El barco seguía igual de mal, la tripulación continuaba haciendo nada, buscó al capitán y, de repente la vio: aquella petaca de siempre, pero esta vez sin vodka y sin una mano que la sujetase. Entonces lo supo: el capitán se había ido (algunos dicen que se fue al bar más lejano a beber agua, otros que se fue al río en busca de una rana). Anabel cogió la petaca, la guardó en su abrigo y volvió a casa.

Eran las 12 de la mañana así que Esquizo estaba despierto porque su estómago estaba hambriento y no había nada mejor que aquella lechuga que Anabel le tiraba cada mañana. Nunca le había visto comer, así que a Anabel aquel movimiento de mandíbula le pareció lo más asombroso y mágico que había observado en mucho tiempo. Anabel se sentó en la mesa y esta vez decidió beberse el café, que ya estaba helado. Miró el periódico y se fijó en un anuncio del que no se había percatado esa mañana. Se buscaban trabajadores para una nave espacial, que se parecía muy difusamente a la nave de su fotografía. Cogió a Esquizo en brazos y salió corriendo de casa. Llegó a su nuevo puesto de trabajo, con Esquizo durmiendo placenteramente, se quedó quieta debajo de la puerta, miró a las escaleras y ahí estaba él, su nuevo jefe: el capitán de la anterior nave, esta vez con una cantimplora en la mano (llena de ron), que algunos dicen que robó cuando tenía cinco años.

miércoles, 4 de junio de 2014

Los cabellos negros de la primavera,
y esa piel tan blanca que me altera.
Pájaros negros, quizá cuervos,
bailando al son de su cuerpo.

La sueño, la sueño
con el alma y despierto.
Y deseo... no sé si esto es real
o es solo un sueño.

Oigo el reloj, que avanza sin miedo,
yo intento cada segundo recordar de mi sueño.
Es inútil, clamo a los cuervos de las mil primaveras,
que bailan, sin música ni cuerpo.

¿Dónde estás? Ven.
Susúrrame: detrás.

jueves, 1 de mayo de 2014

Nubes negras

Nubes negras, que pasean sobre la ciudad, buscando una persona a la que atacar. Van tranquilas, pero con miedo de ese viento que puede hacer que no controlen su dirección.
- "Es mejor atacar rápido"-piensa la más grande al ver la preocupación del grupo-, "pero... ¿a quién?".
De repente, las ve: un grupo de personas tan ocupadas en sus planes perversos, que no se han dado cuenta del temporal que se avecina. Todas ellas están pensando en sí mismas, en el dinero que robarán para pagarse sus vacaciones en Miami, para ir a la peluquería o para comprarse el último coche del mercado. Mientras llevan a cabo su plan, todos miran sus smartphones, pero no miran el tiempo que se avecina, miran que recortes pueden hacer para ganar unos pocos millones más. Tampoco se dan cuenta de que están rodeados de ratas y arañas, es más, no se dan cuenta de que ellos mismos son ratas y arañas y siguen pensando en dónde se situará la nueva casa que comprarán y en cómo engañar a hacienda, aunque muchos ya tienen alguna idea... "tampoco ha sido tan difícil tapar nuestros fraudes todos estos años... además, el pueblo es tan tonto...".
Sin embargo, las nubes no son tontas y después de un largo tiempo negociando, las nubes negras consiguen la ayuda del viento para que empuje al resto del pueblo. Así, con insecticidas y raticidas, todos se disponen a acabar con esta plaga, que mira a su alrededor e intenta escapar en su lujoso coche, pero son ratas y arañas, no pueden conducir: "¿dónde está mi chófer?", se preguntan, sin darse cuenta de que su "esfera de cristal" se puede empezar a romper desde dentro, porque en ella no hay lealtad, solo amor por uno mismo, y al final todos esos chóferes serán la única parte del pueblo que no necesite ayuda del viento para atacar. Porque, cómo no, todos ellos guardan consigo un secreto: la isla donde se esconden todos los tesoros de sus jefes, las ratas del pueblo.

domingo, 12 de enero de 2014

Tempus fugit.

Tempus fugit, tempus fugit...
¡Si ya lo sabían los clásicos!
Todas hieren, la última mata
decía un gran sabio.

Y, entonces, pienso: ¿qué hago estudiando?
debería estar creando.
Crear. Crear para existir, para vivir, porque
ya lo oí alguna vez en una película
de cuyo nombre no me quiero acordar:
LAS PALABRAS SON VIDA

Y la vida, la vida es sentir
sentir y escribir; sentir y crear.
Sentir, sentir y sentir. Respirar.
Amar, soñar y volar.
Y vivir, vivir la vida, porque la vida es la vida
y las palabras son vida.

Sin embargo... no nos permitimos vivir
              y tempus fugit
y nos centramos en cosas sin importancia
absurdas y sin sentido,
            y el tiempo pasa
y TÚ sigues igual
          CAMBIA
          ESCRIBE
          ¡VIVE!


jueves, 2 de enero de 2014

Infinito

Transformas mi vida,
caos, desorden, tranquilidad
alteras cada segundo que respiro
caos, desorden, tranquilidad.

Me enfadas, me alegras,
me subes, me bajas,
montaña rusa, noria y tranquilidad

Pero me abrazas y me calmas,
y tú lo sabes, y me da rabia
Tú. Aquí. Conmigo.
Infinito.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Buscando a su musa

Lo único que siempre era capaz de salvarle el alma se ha perdido. Todas aquellas horas delante de hojas, que dejaban ese blanco puro para pasar a ser decoradas con un fuerte azul, han desaparecido. Pregunta sin esperar respuesta el porqué y para que no se sorprenda, nadie responde. Solo le queda un vacío interior, mientras espera a que sus manos actúen otra vez. Papel, boli y música. Paz. ¿Dónde estás?, ¿volverás?, tal vez si ella hiciese un pequeño esfuerzo,  volvería una vez más.

viernes, 18 de octubre de 2013

perdición

La luz de aquellos días era tan grande, 
                que llenaba su corazón de alegría.
La alegría de aquellos días era tan grande, 
                que llenaba su vida de paz.
La paz de aquellos días era tan grande, 
                que pensaba que nunca se iba a acabar.

Pero como los segundos, minutos, horas y días se acaban, 
                 todo aquello también se acabó.
Oscuridad, tristeza e intranquilidad,
                 oscuridad, tristeza e intranquilidad,
y lluvia, que nunca puede faltar.

Si al menos hubiese podido gritar, gritar y ser oído,
                pero era imposible, 
la esperanza, lo único que le quedaba por aquel entonces,
               se fue extinguiendo día a día
hasta llegar a su final.